Jamás el fuego nunca

¿En qué estás pensando?, te pregunto, pero antes de que me respondas sé de antemano lo que vas a decir: en nada. En nada, me dices, y por esta vez te creo. Piensas en nada. Pensamos lo mismo. En nada. Siempre.



Jamás el fuego nunca, de la escritora chilena Diamela Eltit, es una novela brutal y descarnada, con una narrativa limpia y aséptica de emociones y que, sin embargo, emociona por su dureza, por el espanto que genera esa cama en la que transcurre la narración. Una cama implacable que es el escenario compartido por dos cuerpos que se retan y se repelen. Las noches son difíciles en un lecho maldito.

La triste y grotesca revolución que habría de salvar al pueblo oprimido y esclavo, se queda, como todas, en una utopía. El fuego es el símbolo de la energía que genera una revolución, pero esa revolución, cargada de asesinados, tuvo que morir.

La novela transcurre en un periodo atemporal: décadas, siglos, milenios… El tiempo se anula para invadir de confusión a unos personajes cautivos de ese desajuste esencial en el que ya no rigen los principios marxistas. Solo el dormitorio es un reducto en orden, un espacio para la decadencia de los cuerpos y de las vidas, también de las ideologías.

Jamás en el fuego nunca se desarrolla en un ambiente opresivo y hermético hasta la asfixia, y genera en el lector una experiencia impactante y sobrecogedora, en la que se habla de compromiso político, de amor, de la maternidad, de la pérdida, del sacrificio por la causa. 

Eltit aborda los cambios que ha experimentado el mundo y nos muestra un tiempo posmoderno donde reina el vacío y los ojos se resisten a ver una realidad que incomoda. La incertidumbre se convierte en desamparo para los protagonistas. Ya no hay una doctrina que seguir ni que exija lealtad extrema. El fracaso es el umbral de la muerte. 

La protagonista anónima fue militante de una célula comunista y comparte con un compañero la cama angosta en la que habitan sus cuerpos clandestinos. La rutina devora los días y los consume. La existencia se reduce a preparar el té o comer arroz hervido; a paseos nocturnos con la vista en el suelo para rehuir miradas extrañas, para no ver cómo cambia el barrio, el mundo. Los recuerdos devuelven a la mujer a su juventud, a su lucha en tiempos de represión. No se cuestiona el fracaso ni las decisiones tomadas. Recuerda una y otra vez el activismo político, cuando era una reconocida analista con preparación lingüística e histórica, capaz de recitar largos fragmentos de El manifiesto comunista. Ella tuvo un cuerpo que puso a disposición de la lucha política, era un organismo al servicio de la célula, marcado por valores de austeridad, que no siente, porque la restrictiva ideología así lo exige. Un cuerpo violado en el cautiverio. Un cuerpo gestante que se deformó. El cuerpo de su hijo muerto, sacrificado a la razón política, al deber de proteger a la célula.

Diamela Eltit crea una voz narrativa y vehemente en primera persona, que cambia a la segunda al hablar con su compañero. El tiempo juega a favor de la confusión permanente, mientras el presente y el pasado se suman a la perplejidad de la experiencia.


Título: Jamás el fuego nunca

Autora: Diamela Eltit

Editorial: Periférica

Páginas: 216

Año: 2015

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