Los lugares verdes
«Las heridas son el lugar por donde la luz entra en ti». Yalāl ad-Dīn Muhammad Rūm
«La verdad asusta cuando no se puede cambiar», Aisha. Los lugares verdes
Las manos de Najimulah, de dedos largos, blancos y finos, cobijan a una paloma gris que ha abandonado la bandada para sobrevolar libre los cielos de Kabul. Se la devuelve a su criador, Ismail. Un té y unos pasteles de miel para corresponder el gesto, una señal de gratitud. Luego las manos de ambos se estrechan en la despedida, basta un instante, y ese leve contacto desencadenará un futuro imprevisto.
El ulema, el abuelo, el Baba, el padre, el puntal que ha sustentado la vida de Ismail desde que sus padres fueran fusilados en la calle, acusados de traición, de colaborar con los extranjeros, de violar los preceptos islámicos. El ulema, que aborrece la guerra, habla y lee en inglés, disfruta con la poesía, la Historia, la pintura y hace una interpretación benevolente de los textos sagrados, muestra el camino, intuye y sabe. Es un hombre paciente, que escucha, que es sutil en sus afirmaciones, que puede leer en el corazón de su nieto como lee en sus libros, en el Corán. El ulema conocerá pronto la verdad que se esconde bajo un manto de apariencia.
¿Qué se ama cuando se ama?, le pregunta Ismail al ulema Samiullah, pero él mismo descubre la respuesta cuando se enamora: el amor existe más allá de la persona, más allá de nuestro deseo, y más allá de nuestra propia condición.
Los lugares verdes, la novela de Luis Salvago, nos traslada a Afganistán. Habla de un país destruido por la guerra y el fanatismo, donde sus gentes viven vidas grises marcadas por mandatos absurdos y en el que todo es pecado o está prohibido. Habla de la muerte, por boca del ulema sabemos que, en su opinión, nadie muere mientras se le recuerda, y si los recuerdos desaparecen, aún queda una misteriosa esencia, una suerte de alma que se transmite de padres a hijos, a través de la cual viven todos los que han muerto. Habla del amor, un crisol que recoge la esencia de quienes nos aman, un sentimiento por el que vale la pena arriesgarse a cualquier castigo. Habla de las mujeres, obligadas llevar un disfraz que las invisibiliza, que las fuerza a pasar desapercibidas en una estrategia de supervivencia, que también neutraliza sus emociones. Mujeres que quedan a la intemperie sin un hombre, un hombre que también es prisión.
Los lugares verdes es una obra bella. Exuda belleza en sus palabras, en el tono narrativo, en el ritmo con que avanza la historia. Sus personajes conmueven por la dureza de su existencia, porque se perciben víctimas de un destino impuesto. Aisha, Ibrahim, Mansur, Saira, Abdul son personajes en los que indagar, porque todos tememos a los mismos monstruos. La obra de Luis Salvago nos enfrenta a unas realidades que parecen lejanas, nos asoma a ventanas que quizás no deseamos abrir, porque, fuera, el mundo es un lugar inhóspito donde la intransigencia es un viento que no deja de soplar.
Título: Los lugares verdes
Autor: Luis Salvago
Editorial: Hespérides
Páginas: 247
Año: 2022
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