Sin novedad en el frente
Escribir una novela es una
auténtica locura, pero no cambiaría por nada del mundo las aportaciones
personales que recibe el autor a lo largo de ese arduo camino en solitario por
las quimeras del pensamiento, bordeando la realidad.
Para la documentación de mi
obra llevo meses indagando en libros de historia y en documentos sobre la Segunda Guerra Mundial, aunque nada
me ha aportado tanto como la lectura de una novela: “Sin novedad en el frente”,
del escritor Erich Maria Remarque. Sirvió en el ejército alemán durante la I Gran Guerra y plasmó
todos los recuerdos de su experiencia en esta descarnada obra, en ella que se
describe con implacable claridad y cálida compasión el sufrimiento, el valor y
la camaradería de los soldados rasos, y un terrible enigma: ¿por qué? ¿Por qué
la guerra?
“Estoy muy a menudo de
centinela con los rusos. En la oscuridad pueden verse sus figuras alargadas
moviéndose como cigüeñas enfermas, como enormes pájaros. Se acercan al alambre
y aprietan el rostro, oprimen con sus dedos la malla. A veces se colocan uno al
lado de otro, en largas hileras. Respirando la brisa que les llega de los
bosques y del brezal.
No suelen hablar y si lo
hacen dicen pocas cosas. Son más humanos y casi diría, más fraternales entre
ellos que nosotros. Pero esto quizá provenga tan sólo de que se sienten
desgraciados. Aunque no es preciso reconocer que esperar tan sólo la disentería
no es una vida agradable.
Los viejos reservistas que
los vigilan cuentan que antes estaban mucho más animados. Tenían, como suele
ocurrir siempre, relaciones sexuales entre ellos y, a menudo, se enzarzaban en
peleas a puñetazos o a cuchilladas. Ahora ya están embotados e indiferentes. La
mayoría ni siquiera se masturba de tan débiles como se encuentran; antes la cosa
llegaba a alcanzar tales proporciones que lo hacían, a un tiempo, todos los
hombres de un barracón.
Permanecen de pie, contra la
alambrada. De vez en cuando, uno de ellos oscila y desaparece; inmediatamente,
otro ocupa su lugar en la hilera. La mayoría no habla. Algunos tan sólo os
piden la colilla.
Contemplo sus oscuras
siluetas. De sus barbas ondean con la brisa. No sé de ellos nada excepto que
son prisioneros y, precisamente, esto es lo que me conmueve. Su vida es anónima
e inocente... Si supiera algo más de ellos, cómo se llaman, cómo viven, cuáles
son sus anhelos, que es lo que les mueve, mi emoción tendría un objeto y podría
convertirse en compasión. Ahora, sin embargo, detrás de ellos no veo sino el
dolor de la criatura, la terrible melancolía de la existencia y la falta de
misericordia en los hombres.
Una orden ha convertido a
estas sombras tranquilas en enemigos nuestros; otra orden podría convertirles
en nuestros amigos. En una mesa cualquiera, unos caballeros que nadie de
nosotros conoce firman un escrito y he aquí que, desde aquel momento, por largo
tiempo, nuestra suprema obligación consiste en hacer aquello que, en tiempo
normal, es abominado por todo el mundo y castigado con la última pena. ¡Quién
sería capaz de hacer, todavía, distinciones viendo a estos hombres tranquilos,
con sus caras de niño y sus barbas de apóstol! Cada cabo es para los reclutas y
cada profesor para los alumnos un enemigo peor que estos hombres para nosotros.
Y, no obstante, volveríamos a disparar contra ellos y ellos contra nosotros, si
estuvieran libres.
Me aterro; no debo
adentrarme en estos pensamientos. Esta senda conduce al abismo. Todavía no ha
llegado la hora. Pero no quiero perder esta idea, quiero conservarla, quiero
esconderla cuidadosamente hasta que la guerra termine. Mi corazón late con
fuerza; será este mi propósito, aquella finalidad definitiva, la única en la
que pensaba en la trinchera, aquella que yo buscaba como mi razón para vivir
después de esta gran catástrofe de toda la humanidad? ¿Será ésta la labor que
justifique mi vida futura, la misión digna de estos años de horror?”
Goebbels, ministro de Instrucción Pública y de Propaganda del
III Reich, leyó esta novela, publicada en 1929 con el título Im Westem nichts Neues y opinó sobre
ella: “Un libro común y subversivo. Los recuerdos de guerra de un tipo
solitario. Nada más. A los dos años de su publicación, nadie habla ya de ese
libro. Pero ha ejercido un fuerte influjo en millones de corazones. Es un libro
lleno de afectación. Por eso es tan peligroso”.
Al año siguiente de su
aparición, la novela Sin novedad en el
frente fue llevada al cine en Estados Unidos. La UFA (Universum
Aktiengesellschaft) se encargó de la versión alemana. Goebbels mandó sabotear
la proyección de la película y finalmente consiguió su retirada.
Erich Maria Remarque (su
nombre auténtico era Erich Paul Remark, 1898-1970) se retiró en abril de 1932 a Porto Ronco (Suiza),
en el lago Maggiore, y en 1938 fue privado de la nacionalidad alemana. Tras la
toma de poder de Hitler, sus libros fueron quemados en público por la Asociación Estudiantil
Nacionalsocialista.
Título: Sin novedad en el
frente
Autor: Erich Maria Remarque
Editorial: EDHASA
Páginas: 230
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