Pornai en el Hostal Roma


Quizás a alguno de ustedes no le resulte familiar la palabra pornai. Pornai es una antigua palabra griega que denominaba a las prostitutas (porne, en singular). Podemos traducirla como una "mujer comprable". De la palabra griega pornai deriva la palabra inglesa pornografía.

La prostitución era legal en Atenas, estas mujeres estaban registradas y debían pagar impuestos sobre sus ganancias. Las pornai eran las putas comunes, trabajaban en burdeles u ofrecían sus servicios a los transeúntes. Se vestían con ropas de colores llamativos, se pintaban de forma exagerada y se depilaban todo el cuerpo. Dicen que usaban un calzado especial y que al caminar sobre un terreno blando dejaba un mensaje impreso que decía: "Sígueme".

No te veo, no puedo verte,
no te siento,
por más que hundas en mí tus pecios,
no te oigo suplicar entre mis olas,
no estoy aquí:
Soy Valentina Tereshkova:
Inalcanzablemente ingrávida,
inviolable,
soñando que el mundo,
a mi regreso,
pueda ser así de azul y hermoso,

Así se expresa la porne del poemario que ha escrito Ricardo Díez Pellejero.

Comparto en términos absolutos las palabras de Olga Bernad que dice en el prólogo: Siempre he creído que explicar un poema es tan desalentador como explicar un chiste. Yo opino que la poesía tiene un enorme poder de seducción, no se dirige al intelecto, a la zona racional del lector, sino a sus emociones. La seducción de los versos no necesita de la lógica, sino que busca lo expresivo; no apela a que una palabra se comprenda, sino a que se sienta. La seducción de la poesía se percibe por los sentidos y termina en los sentimientos.

Los poemas de Ricardo son fuertes, contundentes, crudos, traspasan al lector presentando escenas de violencia, de agravios, de dolor. La porne no puede hablar de otra cosa que no sea el mundo que habita, hecho de soledad y semen. La sordidez de los ambientes, de los hombres, de la compraventa de la carne en el mercado obsceno que degrada y roba dignidades. La atmósfera agobiante que nos traslada de cama en cama, de acto en acto, de abusador en abusador, porque aunque los rostros sean distintos, todos son el mismo: el que golpea, el que humilla, el que con su indiferencia y menosprecio mata las ilusiones y destruye la esperanza.

El agua no lava, no limpia, no remueve el tacto de manos ajenas, de sudores rancios. Ilinca Popova, la porne no tiene nombre, todos los nombres son ella: la mujer. La mujer heroína que vence porque resiste, que es esclava, pero libre, que sangra, que vive en una cripta.

Pornai en el Hostal Roma es todo esto y mucho más que todo: traspasa, hiere, duele.

En la segunda parte del libro encontramos Once poemas para un decálogo, y un deseo:

Quiero que este poema sea así de constructivo: que sirva,
quiero que este poema haga resonar
el pálpito de los corazones,
que escandalice a la promiscua indiferencia,
que mire sin miedo la muerte escrita en una mano.

Las hondas reflexiones marcan el ritmo acompasado e íntimo que mueven el pensamiento.

Y un mensaje de desconcierto, un paisaje lleno de dudas, un camino sembrado de incertidumbres que conduce a lo ignoto, al epílogo de una vida sin brújula ni sextante que cierra la obra.

Cuentan los tripulantes más viejos
que hay un faro en alta mar,
en alguna parte,
y que solo algunos dichosos
enfrentaron su rumbo…
Pero ¿a dónde ir después?
¿Qué buscar tras años de sal y espuma?

Tal vez son preguntas recurrentes que nos hacemos todos. Preguntas retóricas lanzadas al piélago de un universo oscuro. Preguntas que no acertamos a responder porque llevan implícita la derrota.

Título: Pornai en el Hostal Roma
Autor: Ricardo Díez Pellejero.
Páginas: 60
Editorial: Los libros del gato negro

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