La urraca en la nieve
Javier Plaza ha escrito, no, más exacto sería
decir, ha pintado, una historia: “La urraca en la nieve”. Y lo ha hecho
componiendo un bello lienzo con palabras. Gracias a su habilidad descriptiva,
el lector visualiza con precisión cada escena de la novela, pues está narrada
con minuciosidad y cuidado en los detalles.
Camille es un joven que ha viajado a París
para realizar los trámites que permitirán que su importante familia venda al
gobierno de la nación una fábrica de armamento. También aspira a mejorar su
técnica pictórica asistiendo a las clases que imparte Fernand Cormón en su
academia. París será todo un descubrimiento que ensanchará la perspectiva desde
la cual Camille contempla el mundo. A los ojos de un provinciano llegado del
sur, la ciudad refulge y bulle, plena de vitalidad. La experiencia parisina no
puede ser más enriquecedora para Camille, se dejará impregnar por la esencia de
la bohemia artística, se hará asiduo cliente de los prostíbulos y cabarets de
Montmartre y frecuentará a otros pintores, de quienes aprenderá recursos para
mejorar en su oficio. Tendrá ocasión de sostener entre sus manos telas de Coubert,
Cezanne, Lautrec o Gaughin. Aunque quizás la experiencia más remarcable sea su
conversación con Monet sobre el tono de amarillo elegido para dar color a un
trigal. Camille ya había caído rendido ante la destreza del gran impresionista
cuando quedó prendado de su obra “La urraca”, hasta el punto de repetir durante
cuatro días la visita a la galería donde se hallaba expuesta.
Javier Plaza escribe un diario que abarca del
8 al 14 de diciembre de 1893 y retrata meticulosamente un París seductor,
vibrante y atractivo. Es el retrato de una época hecho desde la admiración y
dibujado con suaves pinceladas que transportan al lector a los tiempos de
esplendor del Impresionismo.
Título: La urraca en la nieve
Autor: Javier Plaza
Editorial: Ediciones Hades
Páginas: 372
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