Suite francesa
Francia, 1942. Denise y Elizabeth son dos hermanas de 13 y 7
años respectivamente. Huyen del nazismo llevando consigo un pequeño cofre con
recuerdos familiares, fotos, documentos y un manuscrito de su madre guardado en
una ajada carpeta de cuero marrón. Su padre les confió este tesoro antes de ser
detenido y enviado a Auschwitz. Hace meses que las niñas no ven a su madre, también
ella ha sido víctima del holocausto. Las pequeñas han podido salvarse gracias a
que su niñera las ha escondido y les ayuda a atravesar Francia clandestinamente.
Pasa el tiempo y Denise no se atreve a abrir la carpeta, teme que afloren recuerdos
muy dolorosos en forma de diario íntimo. Treinta años más tarde, reúne el valor
suficiente para enfrentarse a esas hojas de papel cebolla manuscritas con tinta
azul. Lentamente descifrará aquellas palabras. Las hermanas son las hijas de
Iréne Némirovsky, y el manuscrito la Suite
Francesa.
El narrador de la Suite
Francesa es una voz neutra que no opina, no juzga, no transmite ninguna
emoción. La sociedad francesa se dibuja en el escenario de la ocupación nazi y
representa a la humanidad entera encerrada en esas páginas repletas de dolor,
desánimo, vileza y también de amor, entrega y generosidad. Porque la vida es
siempre más rica y sutil que las ideologías, los odios, las
enemistades o las pasiones. Porque al fin y al cabo somos personas que nos
anudamos en relaciones. En este caso, oprimidos y opresores, campesinos y
burgueses, soldados y civiles.
Némirovsky muestra con precisión escenas conmovedoras y
otras veces grotescas: bombardeos sobre la población civil, triquiñuelas para
obtener comida, agua, gasolina… A medida que los alemanes avanzan adueñándose
del país, todo se derrumba. La presencia del ejército alemán generará
indignación, odio, historias de amor o de colaboracionismo.
Irène Némirovsky nació en Kiev en 1903, en una acaudalada
familia judía. Al estallar la revolución bolchevique en 1917, su familia se trasladó
a Moscú intentando ponerse a salvo. No fue así. Huyeron en trineo
a Finlandia, luego pasaron a Suecia y llegaron a Francia en 1919. En
París, la vida recuperó la normalidad. Irène estudia en la Sorbona,
se gradúa con honores y lleva una vida de flapper entre bailes y fiestas. En 1926 conoce a Michel Epstein, un
ingeniero de origen ruso, y se casa con él. Podría disfrutar de una existencia
cómoda de burguesa, pero, en vez de eso, Némirovsky escribe y gana prestigio
como autora. La exitosa vida en lo económico y en lo profesional no durará
mucho. En los años 30, una ola de exacerbado antisemitismo arrastrará a los
judíos hasta convertirlos en escoria social.
Sufrir la revolución
rusa y ambas guerras mundiales dotó a Némirovsky de su particular mirada. Crea
personajes contundentes y complejos que protagonizan situaciones que ella vivió:
el hambre, la convivencia con los soldados nazis, la muerte siempre acechando. Los
personajes no se comportan como héroes, todos sufren por igual. La guerra es eso,
sufrimiento, sangre, miedo… Bajo su influjo, las personas se deshumanizan,
aunque Némirovsky no las enjuicia, solo las presenta en sus miserias, sabe
que la situación es límite y propicia las contradicciones. Convivir con el enemigo acerca, y se acaba comprendiendo,
queriendo y acompañándose brevemente con ese otro tan despreciado. El heroísmo y la maldad se reparten en un
ambiente de espanto en el que ya nada importa.
Casi 60 años después de la muerte de Irène Némirovsky se
publicó esta novela. Suite francesa es una historia que conmueve y reúne todos los requisitos para
permanecer imborrable en la memoria del lector.
Título: Suite francesa
Autora: Irène Némirovsky
Editorial: Salamandra
Páginas: 480
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